Diferencia entre el “apego materno/paterno” y malcriar a los hijos


Resulta llamativo como todavía existen algunos profesionales de la pediatría e incluso de la psicología que siguen confundiendo el concepto de “apego materno/paterno” con la idea de malcriar a los hijos.
El problema es que al transmitir esta creencia a los padres, suele confundirlos respecto a su relación con los hijos, generándoles ansiedad y aumentando su sentido de la culpabilidad.

Una de las personas que comenzó a estudiar de forma sistemática la conducta de apego fue Bowlby a mediados del siglo XX. A partir de su teoría sobre el apego se han realizado distintas investigaciones para determinar con mayor precisión en qué consiste esta conducta tan importante para la supervivencia de los seres humanos (¡y también de muchos animales!).
Sin entrar en demasiados detalles teóricos, una posible definición del apego sería “aquel lazo afectivo que una persona forma entre él y una figura específica (figura de apego). Un lazo que tiende a mantenerlos juntos en el espacio y perdura en el tiempo. La conducta de apego sería aquella que promueve la proximidad y el contacto hacia la figura de apego (hombre o mujer), especialmente cuando la persona se siente amenazada, asustada o en peligro”.
Según la teoría del apego, los 3-5 primeros años de vida de un ser humano son los más sensibles a esta necesidad básica. Si durante esta época un niño no ha podido generar un apego seguro hacia una (o más) figuras de apego es probable que desarrolle a lo largo de toda su vida una personalidad insegura, ansiosa, dependiente y con tendencia a buscar de forma inadecuada e incluso obsesiva figuras de apego, ya sea en amigos, profesores, parejas, etc.

Una de las conclusiones que podemos extraer de estas investigaciones es que parece en los primeros años de vida es fundamental que la figura de apego este disponible y accesible al niño en cualquier momento que pueda necesitarlo. De esta forma el niño se sentirá seguro y, según se concluye, tendrá mayor predisposición para explorar el entorno, aprender de él y a la larga ser un individuo más independiente.
Parece que si el niño cambia constantemente de figuras de referencia, a veces le cuidan unos abuelos, luego otros, a veces una niñera y otras se le lleva a una guardería que cambia de profesionales cada 6 meses, es difícil que el niño genere seguridad porque, nos guste o no, para generar un vínculo de apego con alguien necesitamos dedicación, tiempo y vivir diferentes experiencias con la misma persona. En la vida adulta ocurre lo mismo ¿no?
Aquí nos encontramos con una de las trabas principales que vivimos en la sociedad occidental actual. Afortunadamente, las mujeres han conseguido poco a poco incorporarse al mundo laboral con las mismas oportunidades de desarrollar sus capacidades que los hombres (por desgracia, todavía queda mucho por hacer …). Sin embargo, aquellas personas que desean tener hijos y la paternidad forma parte de sus prioridades en esta vida, se encuentran con el dilema de la dedicación temporal. Según la teoría del apego durante los 3 o 5 primeros años de vida es fundamental el contacto seguro con un adulto de referencia (sea hombre o mujer).
Teniendo en cuenta que las políticas sociales empleadas no parecen considerar estas necesidades básicas de la infancia, no se ofrecen las ayudas necesarias para que una persona pueda dedicar ese tiempo crítico a la infancia de sus hijos y al mismo tiempo no sufrir ninguna merma en sus oportunidades laborales.
Todo esto nos conduce a una situación muy complicada en donde muchos padres (sobre todo las madres por el rol de crianza que han tenido a lo largo de la historia) se sienten culpables de no poder dedicar todo el tiempo que les gustaría a sus hijos. A veces, esta culpabilidad les hace ser demasiado “condescendientes” ante las demandas de sus hijos y promueven un tipo de crianza poco equilibrada entre el afecto y la disciplina.
En mi opinión, considero importante que las nuevas generaciones se conciencien de este asunto y tomen sus decisiones personales antes de ser padres. ¿Podré dedicar el tiempo necesario para que mi hijo crezca con apego seguro? Si yo no dispongo de ese tiempo ¿podré encontrar a un sustituto adecuado para que me reemplace como figura de apego principal? ¿Esa persona podrá dedicar el tiempo necesario para que mi hijo desarrolle un apego seguro?...

Por supuesto, el tiempo es la primera condición necesaria pero no suficiente para que un niño pueda generar apego seguro. Hace décadas cuando la mayoría de las mujeres criaban a sus hijos a tiempo completo, no siempre se obtenía como resultado un apego seguro y muchos de esos niños desarrollaron un claro perfil de apego inseguro.
[Pronto se añadirá más información en este blog sobre las otras condiciones que deben darse para que un adulto facilite una relación de apego seguro a un niño…]


¿Dónde comienza la malacrianza?


Volviendo al tema principal de este artículo, ofrecer cariño, atención y disponibilidad a las necesidades de un niño forman parte de una buena crianza. Por ejemplo, en general, cuando un niño pequeño reclama contacto físico es porque lo necesita, no es un capricho. Seguramente hay algo que le hace sentirse inseguro y necesita la confirmación de que su figura de apego está disponible. Muchos padres tienen miedo a coger en brazos a sus hijos porque piensan que esto les hará más demandantes y menos independientes. Pero esto produce justamente el efecto contrario. Si yo soy un niño pequeño desconozco muchas cosas del mundo y no sé manejar la mayoría de las situaciones que se me presentan sobre todo las de tipo emocional, saber que seré atendido inmediatamente por mi adulto de referencia si me encuentro mal, me hace sentirme más seguro y por tanto, afrontaré con mayor decisión las situaciones de mi vida, es decir, ¡seré más independiente!
Si usted tuviera que tirarse a nadar en mitad del océano ¿no lo haría con más seguridad y sería más intrépido si sabe que hay una barca detrás por si surge algún contratiempo?
[Lógicamente aquí estamos tratando este tema de forma general. Conocemos casos particulares de padres que aseguran ofrecer todas estas atenciones y aún así su hijo o hija se muestra ansioso e inseguro. Tendríamos que estudiar detenidamente el caso para averiguar qué está sucediendo con precisión.]


El problema viene cuando el niño comienza a reclamar algo como si fuera una necesidad cuando realmente no lo es. En ese momento es cuando la figura de apego tiene que enseñar al niño que en eso no puede complacerle y debe poner unos límites. Hay que poner mucho cuidado en discernir qué conductas son un “capricho” y cuales son necesidades emocionales. A veces los niños pueden reclamar atención emocional de forma muy negativa y pudiera parecer un capricho o una exigencia.
Los límites ayudan a que el niño se desarrolle de forma segura. Se ha observado que los hijos de padres muy permisivos tienden a tener un nivel de ansiedad y descontrol elevados que no ayuda a que se encuentren satisfechos y seguros de sí mismos.

Aunque los niños manifiesten su “fastidio” por las normas es fundamental para su desarrollo una combinación equilibrada entre el afecto y la disciplina. Se trata de poner unos límites claros de qué conductas no se van a permitir y cuáles serán las consecuencias en caso de transgredirlas pero al mismo tiempo, seguir ofreciendo al niño cariño y respeto hacia su persona. ¡Sin ningún miedo a que esto pueda malcriarle!
Por eso, el enfado de los padres cuando el niño ha hecho algo mal debería durar muy poco y, aún mejor, tener muy poca intensidad. Los niños interpretan el enfado de los padres como que ya no les quieren, se lo toman como un desprecio a su persona. Es importante recalcar a los hijos que no estamos enfadados con ellos sino que no nos gusta su conducta, que hay unos límites y que tendrán que afrontar las consecuencias si pasan esos límites.
Si un padre se mantiene firme en sus condiciones de disciplina y, al mismo tiempo, muestra respeto, atención y cariño por su hijo, es muy probable que le ayude a generar un apego seguro. Es decir, ayudarle a ser un adulto más equilibrado, con todos los beneficios que eso conlleva para la sociedad.

Parece ser que los adultos que tuvieron apego seguro (o inseguro) en su infancia, son más propensos a mantener un apego seguro (o inseguro) con sus propios descendientes.


Dra. Carolina Callejas Alejano (psicóloga de familia)