La pre-adolescencia


A continuación proponemos algunas pautas generales que consideramos importantes para mejorar la relación entre padres y pre-adolescentes:

1) La pre-adolescencia.

Deberíamos tener presente que nuestro hijo/a ya no es un niño/a y que se encuentra en la fase de pre-adolescencia o pubertad. Por tanto, ya no nos sirven los mismos patrones de conducta que teníamos antes con él. Ahora es necesario hacer unos reajustes en nuestra relación y, de esta manera, él también irá acomodándose a los cambios físicos y psicológicos que se van a producir en su persona.
En realidad, en esta etapa, ni ellos mismos se entienden a veces. Sufren cambios de humor con mucha frecuencia debido a los cambios hormonales y también algo importante que caracteriza esta etapa es: la inseguridad.
La inseguridad hace que se muestren hostiles, inflexibles en su pensamiento, tozudos, etc. Pero en realidad, no es más que un mecanismo de defensa hasta que empiecen a sentirse más cómodos con ellos mismos. Por eso, nuestro primer consejo es tener paciencia. Aunque a veces sea muy difícil mantener la calma ante las actitudes hostiles e incluso irrespetuosas. Pero si queremos enseñar a nuestros hijos contención y serenidad, nosotros somos los primeros que debemos ponerla en práctica.

Además, si estamos muy enfadados durante mucho tiempo no vamos a ver, y valorar, las cosas positivas que hacen nuestros hijos. Sería injusto quedarse sólo con lo negativo y no ver lo positivo. Los hijos necesitan que la balanza esté equilibrada.


2) Privilegios.

Por lógica, nuestro hijo/a cada vez necesitará sentirse más autónomo y tener su espacio de privacidad. Recomendamos que se respete al máximo su espacio o habitación privada, sus objetos y las cosas que para él son importantes. Por ejemplo, sabemos que el tema de la ropa es una fuente de conflicto entre los pre-adolescentes y sus padres. Ahora deberíamos encontrar un equilibrio entre permitirle ampliar sus gustos y lo que, de ninguna manera, vamos a permitir que lleve puesto.
Con el tiempo, poco a poco, deberíamos tener menos papel a la hora de elegir su ropa y simplemente quedarnos en un segundo plano, dando nuestra opinión o consejos. No olvidemos que crecer significa ser autónomo y responsabilizarse de las propias acciones.

Es importante, si es posible, que tengan su propia habitación y puedan estar a solas siempre que lo necesiten sin que los padres invadan su privacidad, respetando su espacio igual que lo harían con un adulto.


3) Afectividad.

Pese a que muchos padres notan cómo sus hijos pre-adolescentes se “separan” de ellos emocionalmente, sólo hablan de sus amigos y sólo quieren estar con ellos, no podemos olvidar que en esta etapa necesitan más que nunca sentirse apoyados incondicionalmente. Su inseguridad ante las nuevas experiencias, sobre todo en el ámbito social, hace que los padres tengan un papel muy importante como estabilizadores emocionales.
Por eso, si los padres se convierten en “enemigos” por el choque y las desavenencias con sus hijos, están quitándoles una base fundamental de apoyo para su desarrollo.
Recomendamos que en vez de “imponer”, se dialogue con el pre-adolescente. Dialogar NO es “imponer” con un tono de voz suave ¡ojo! En el diálogo hay una intención genuina de comprender y respetar al máximo la opinión de la otra persona.

Es importante que se le dé valor a sus opiniones y sentimientos (aunque no estemos de acuerdo con ellos). Por tanto, debemos legitimar lo que nuestro hijo/a piensa, en el diálogo le haremos ver que nuestra opinión es diferente.


4) Disciplina.

Este es un tema muy complicado porque el pre-adolescente se siente cada vez más autónomo y dueño de sí mismo. Por tanto, aceptará peor las normas de disciplina si no se le justifican o sienten que sean justas.
Recomendamos a los padres que hagan una jerarquía de normas, empezando por las más importantes y menos negociables (aconsejamos que sean las mínimas posibles, realmente sólo las más importantes).

A partir de ahí, las siguientes normas pueden ser negociadas y en función de las responsabilidades que vaya tomando el pre-adolescente se le permitirá tener más o menos privilegios.

¿Qué se le puede exigir?
Es muy importante que dejemos las normas claras y cuáles serán sus consecuencias en caso de no respetarlas, igual que haríamos con los niños pequeños. Sin embargo, a partir de la pre-adolescencia recomendamos que se utilice como penalización la retirada de privilegios y premiarle si ha hecho las cosas bien (esto es muy importante).
Los castigos físicos o la retirada de afecto como castigo está totalmente desaconsejada (a cualquier edad!). El pre-adolescente puede sentir esto como una gran ofensa y generar más hostilidad hacia los padres.
Cuando el hijo/a incumpla alguna de las normas (ya pactadas previamente) se le retirará el privilegio acordado y se mantendrá una actitud serena y tranquila, aunque el chico/a se enfade y se ponga nervioso. En realidad, tiene que quedar claro que él ha sido el que ha decidido castigarse incumpliendo las normas.
Algo muy importante que tienen que entender los hijos es que aunque hayan hecho algo mal, sus padres les siguen queriendo y que, en realidad, lo que no les parece bien es su conducta o transgresión de las normas.
Los castigos han de cumplirse siempre porque si no, pierden su eficacia y los padres su autoridad.

Tipos de consecuencias/castigos:
En cualquier caso no es conveniente que las consecuencias sean desmesuradas y difíciles de cumplir, por ejemplo, ¡castigos que duran meses, años o cosas así!!). Es más racional utilizar retirada de privilegios durante un día o dos, o los fines de semana.
Si hay más de un hijo, debemos asegurarnos que la disciplina se administra por igual a todos. Es muy frecuente que entre los hermanos surjan problemas porque uno considera que tiene menos privilegios que el otro. Las normas deben estar claras desde el principio y no modificarlas arbitrariamente.
Una vez castigado NO entraremos en una escalada de castigos porque siga haciendo lo mismo o esté muy enfadado.

Un ejemplo: Hemos decidido que nuestro hijo/a no puede tratarnos en casa con insultos y falta de respeto y, hemos acordado con él, por ejemplo, que si lo hace se quedará el fin de semana sin acceso a Internet. Cuando llegue la hora de aplicar dicha consecuencia, es posible que el pre-adolescente se enfade mucho, pese a que él ya sabía cuál era la consecuencia, y entonces siga insultándonos y faltándonos el respeto porque está muy enfadado. NO aconsejamos que se suba el castigo, por ejemplo a dos fines de semana sin Internet, y si sigue enfadado e insultado entonces le subimos a tres fines de semana sin Internet y así seguir… al final ¡¡nos quedaremos sin días del año!!! Nuestro consejo es que, una vez aplicado el castigo pactado se aplique en la medida acordada y dejemos que el chico/a se desahogue porque ya sabe que está castigado y eso es lo importante. Cuando vea que siempre que insulta en casa las consecuencias se aplican pase lo que pase, poco a poco dejará de hacerlo o intentará controlarse. Entonces es importante que cuando veamos un gesto respetuoso por su parte le premiemos verbal o materialmente.

¿Qué no se le puede exigir?
Es muy habitual que al hijo pre-adolescente se le exija más madurez de la que realmente tiene porque, a veces, da la impresión de que son mayores. Por ejemplo, podríamos querer que hiciera sus labores domésticas con más entusiasmo y esmero y que no esperase a cambio una recompensa. Sin embargo, aún son pequeños. Al comienzo de la adolescencia es normal que hagan las cosas que no les gusta solo porque luego recibirán una recompensa. No debemos preocuparnos.
Si nosotros somos un buen ejemplo, más adelante comprenderán que las cosas se hacen porque uno quiere hacerlas bien hechas y nada más.

Debemos aceptar de buen grado que cumplan con sus obligaciones aunque no lo hagan con la profundidad, detalle o entusiasmo que desearíamos. Y ser realistas a la hora de exigirles ciertas responsabilidades.


5) Amigos.

Este es otro tema de gran importancia en estas edades. No olvidemos que sus necesidades emocionales están ahora volcadas en el ámbito social. Necesitan sentirse miembros de un grupo y tener amigos que les acepten. Es una época en la que es muy importante sentirse aceptados por su entorno social.
Por tanto, cuando nos hablen de sus amigos o nos hagan peticiones para estar con ellos debemos entender lo importantes que son para su vida ahora.
Sin duda, este punto será una fuente de conflictos porque no siempre a los padres les gusta los amigos de sus hijos o que empiecen a demandar salir más tiempo de casa. Tendrá que fomentarse un diálogo abierto y flexible si queremos que nuestros hijos acepten nuestras opiniones.
Es posible que cada vez nos pidan más autonomía y llegar más tarde a casa porque quieren estar con sus amigos o irse a sitios más lejanos. Recomendamos a los padres que comiencen a ser más flexibles y que negocien con sus hijos todas estas cuestiones, es importante para ellos y para su desarrollo ¡no es solo un capricho!

Sería interesante aprovechar este contexto para ir añadiendo más privilegios cuando hacen las cosas bien o asumen más responsabilidades y utilizarlos como premios.


Estas pautas requieren mucha paciencia y un gran autocontrol por parte de los padres pero, a la larga, merece la pena establecer unos buenos vínculos con el hijo/a adolescente. Pensemos que es una “inversión de futuro”.

Dra. Carolina Callejas Alejano (psicóloga de familia)